Este es el primero de una serie de posts en los que voy a abordar el rediseño del sistema monetario y en el que desarrollo gráficamente la visión que aporté al debate sobre el sistema monetario en radio Politeia del otro día (se puede descargar aquí). Es una visión interdisciplinar que conjunta el análisis del físico cuantitativo Robert Ulanowicz y el analista de dinámicas no lineales Sally Goerner junto a otros colaboradores. Es un enfoque nuevo, que ofrece nuevas herramientas para comprender las dinámicas monetarias del mundo real. Se basa en un trabajo peer-reviewed que resume y generaliza los descubrimientos de una elevada cantidad de investigaciones sobre redes de flujos complejos (de energía, materia) en ecosistemas naturales. Por tanto, la idea de este post es aplicar y reutilizar el conocimiento matemático ya existente sobre como una estructura de red determinada afecta la viabilidad de largo plazo de un ecosistema al rediseñado del sistema monetario.
Un sistema monetario, puede definirse vagamente como el sistema operativo para las relaciones económicas de distribución, producción, etc. Lo ideal sería que el sistema monetario actuase de forma neutra, a modo “facilitador inocuo” y que garantizase la viabilidad del sistema humano. Debería i) facilitar la reproducción humana en el tiempo con un cierto nivel de garantías materiales, ii) sin introducir sesgos importantes entre acreedores y deudores, sin discriminar entre agentes o beneficiar a unas generaciones en perjuicio de otras, etc. Para ello, debería procurar una gestión inter-temporal de recursos sana, balanceando pares de consumo-inversión a lo largo del tiempo sin derivar en catástrofes o crisis periódicas tal y como ha venido sucediendo. De hecho, el dato al respecto es bastante malo pues en los últimos 40 años se han producido 425 crisis económicas asociadas al sistema monetario (72 de deuda pública, 145 bancarias y 208 monetarias) lo que equivale a una frecuencia de 10.5 crisis anuales. ¿Alguien se subiría a un avión si supiese que tiene una elevada probabilidad de caer? Pues en esa mega-máquina defectuosa estamos subidos. La distribución por años se puede ver abajo:
Una de las primeras lecciones del análisis de los ecosistemas naturales a tener en cuenta en el rediseño del sistema monetario y económico, es que las tasas de crecimiento positivas de forma indefinida no son deseables y que de hecho guardan relación con los eventos que denominamos crisis. Los crecimientos más comunes en la naturaleza, como el sigmoidal o logarítmico, suelen ser balanceados (tras una fase más o menos acelerada, tienden a estabilizarse) mientras que los patrones de crecimiento exponenciales y subsiguientes colapsos son más típicos de la historia y poblaciones humanas (Imperio Romano, etc). Lo que subyace a patrones exponenciales es la ausencia de mecanismos de feedback negativos o reguladores, hasta el punto de que la depredación masiva de las presas (conejos) y su extinción puede provocar una implosión de la población de depredadores (zorros) que quedan sin alimento. En el caso de las poblaciones humanas la depredación se realiza sobre los recursos naturales y energéticos. El problema más importante que enfrenta la humanidad es que la dinámica actual no es sostenible en el largo plazo puesto que más pronto que tarde vamos a toparnos con el “peak everythinng” (de petróleo, gas, carbón, uranio, ettc). Está estimado en 2018 y como habitantes del ecosistema tierra en el que estamos integrados básicamente implica que se acabó la abundancia material. Es la colisión a 200km/h con el muro de la escasez de recursos baratos y fáciles de utilizar.
Es en este contexto en el que hay que repensar el sistema monetario. Tiene muchos problemas pero el elemento más característico del sistema monetario es el interés compuesto capitalizando continuamente en el tiempo (se aplica un tipo de interés sobre el tipo de interés sobre el tipo de interés y así ad infinitum) que ejerce un feedback positivo de libro a la explotación del medio natural. Los tipos de interés positivos y la capitalización compuesta son la característica financiera estructural de las economías capitalistas modernas y fuerzan a la economía productiva a entrar en una loca dinámica de crecimiento exponencial y depredar los recursos naturales y energéticos a un ritmo acelerado. Esto en lugar de alejarnos de la colisión con el muro favorece que tratemos de rebasarlo acelerando más. Este comportamiento suicida se impone por la propia lógica de la inyección monetaria a través de la deuda que se puede ver abajo.
Para un nivel de deuda inicial dado D(0), la existencia de tipos de interés positivos r(t) > 0 con capitalización compuesta, ya sean constantes(azul) o aleatorios (rojo) provocan un crecimiento exponencial-explosivo de la deuda. En este contexto, para evitar la bancarrota los agentes económicos (empresas, consumidores, etc) se ven forzados a depredar la naturaleza y a producir bienes y servicios a un ritmo que permita generar crecimiento para mantener el tirón de las cargas financieras (como hemos visto antes dada la frecuencia de las crisis, esto no siempre se logra).
La idea de profundas implicaciones que se puede importar de la ecología para tratar solucionar este problema es muy intuitiva: para ser económicamente sostenibles tenemos que reconfigurar nuestro sistema monetario y redirigir el funcionamiento de la economía a un punto que equilibre eficiencia (A) y resiliencia (φ).
La eficiencia mide la habilidad o capacidad del sistema a la hora de absorber y manejar elevados volúmenes y flujos de información, materia y energía. En cierto modo aproxima la actividad total del sistema. Por el contrario, la resiliencia es la habilidad del sistema para recuperarse de un shock o ataque al entorno. Con estas definiciones en mente podemos definir y cuantificar la sostenibilidad utilizando una única métrica que balancee ambas medidas.
S= (A) + (φ)
En general la resiliencia de un ecosistema se ve afectada positivamente por una mayor diversidad y por un mayor número de sendas o conexiones que permitan refugios y la posibilidad de readaptarse en tiempos de crisis. Por ejemplo, un cocodrilo puede conectarse y adquirir energía y recursos comiendo una variedad de especies (peces, tortugas, serpientes) o únicamente depender de un tipo de especie (ranas). Un cocodrilo que dependa de una sola especie como las ranas tendrá dificultades para adaptarse cuando las ranas como suministro de comida se vuelvan escasas, lo que podría suceder por un virus u otra causa. La diversidad y la conectividad suelen relacionarse negativamente con la eficiencia. A medida que un sistema de flujos se vuelve más eficiente tiende a provocar lo que se denomina auto-catálisis (proceso por el cual aumenta la velocidad y especialización del sistema). Este proceso elimina la diversidad conforme se retroalimenta. En general, sistemas cada vez más eficientes tienden a ser más dirigidos, menos diversos y más dependientes. El punto planteado afecta también a la economía global. Puesto que la resiliencia y la eficiencia son ambas necesarias pero operan de direcciones opuestas, la naturaleza tiende a seleccionar aquellos sistemas que tienen un balance óptimo de ambas. Por tanto, la propuesta es comenzar a tratar y a pensar en el diseño de sistemas monetarios en términos de un mix que garantice un balance situado en la ventana de viabilidad:
En la actualidad los humanos contamos con un sistema muy eficiente en el sentido de que somos capaces de manejar elevadísimos volúmenes de información, mercancías, etc. Diariamente se realizan intercambios monetarios (de divisas) equivalentes a unos 4 trillones de dólares sobre un PIB de 78 trillones de dólares. Sin embargo, un exceso de eficiencia bajo el esquema conceptual de una economía integrada en un ecosistema con recursos finitos y sujeto a rendimientos decrecientes puede ser perjudicial. Lo que viene sucediendo y explicaría la recurrencia de las crisis, es que estamos situados en un punto muy eficiente pero situado más allá del umbral de sostenibilidad óptimo, en el que la sostenibilidad y estabilidad del sistema son bajas. La recurrencia de las crisis se debería a que cuando se produce una quiebra de un banco “too big to fail”, un Estado, etc, el ajuste no se produce vía aumentos de resiliencia (como sucedería en un ecosistema natural) sino de eficiencia devolviendo el sistema a un punto inestable tal y como se puede en las figuras abajo:
Es fundamental comprender que aunque en un principio nos pudiese parecer que la existencia de zonas monetarias integradas de gran escala monopolizadas legalmente por bancos centrales (Euro, Dólar, etc) puede ser óptimo (pues reduce riesgos cambiarios, etc) esto también reduce la diversidad de estrategias monetarias y de tipos de dinero, en el sentido de prototipos biológicos, sendas, refugios, etc. Así pues, un sistema monetario ideal tendería a ser un sistema multi-monetario con una amplia variedad de de monedas (divisas con oxidación, divisas-oro electrónicas a lo bitcoin, divisas-bancos fundamentados en tipos de interés constantes fijados a cero, divisas ancladas a la energía, etc) y de agentes con diferentes ámbitos regionales (cooperativas, redes de asociaciones locales o municipales del bien común, etc) coexistiendo. Esta nueva configuración iría más allá del dinero-deuda bancario monopolizado por gigantes financieros y/o Estados y sería una inteligente estrategia de diversificación, que ampliaría la resiliencia del ecosistema monetario y por tanto, la sostenibilidad del mismo.
En el siguiente sobre este tema caracterizaré las formas de interrelación de estos sub-sistemas monetarios.
Excelente! gracias!