Democracia y religión

En su Leviatán, Thomas Hobbes proponía un Estado teocrático, un Estado en el cual el soberano o monarca era el representante del pueblo ante Dios por derecho divino, un derecho que le permitía crear todas las leyes que quisiese sin ser mínimamente cuestionado. Este monarca era el alma del Leviatán, con derechos absolutos sobre el cuerpo del Estado, el cual, por supuesto, incluía todos nuestros cuerpos y propiedades.

De mi lectura del Leviatán, extraigo principalmente una conclusión, a saber: que un sistema democrático debe apostar por la ciencia y el escepticismo contra toda religión teísta, y en especial contra las manifestaciones más groseras de idolatría.

En este artículo trato de ofrecer una argumentación en favor de dicha tesis.

Hoy, gracias a la materia, muchos países hemos escapado de las teocracias y los absolutismos. Sin embargo, el virus liberal y postmoderno que infecta nuestras mentes, restándoles determinación, nos susurra a la conciencia que las religiones deben ser toleradas, que la política puede ser efectivamente separada de la religión, conservando sus derechos en una esfera privada, y ello sin ningún peligro para la democracia. Al fin y al cabo, la religión es cuestión de preferencias subjetivas, y las decisiones políticas proceden del análisis objetivo de personas que miran no sólo por su bien sino incluso por el bien de todo un país.

Pero ni las personas son racionales, ni las creencias son atómicas o aislables. Una creencia religiosa está íntimamente ligada con una manera de encarar los problemas. Es una persona entera la que cree, la que actúa: y lo que a la democracia le interesa es estar constituida por personas libres.

Por personas libres, entiendo personas capaces de ejercitar un sano escepticismo respecto de todo lo que aprenden. Un chiquillo no es libre, sino que cree lo que le dicen las personas que le tratan bien: su aprendizaje consiste en la asociación de imágenes y verdades a los sentimientos de placer -o displacer- procurados por las recompensas -o castigos- que le ofrecen sus tutores y maestros. Y un chiquillo que es educado por sus tutores y maestros en la existencia de ángeles y otros mundos en los que ellos van a resucitar y vivir eternamente; un chiquillo que aprende que un cacho de pan se transforma en el cuerpo de un fantasma; un chiquillo que cree lo que se dice en un libro «sagrado» escrito en los desiertos de Asia Menor hace 2.500 años; ese chiquillo no crece libre, sino que está sujeto a la creencia en invenciones sin ninguna evidencia.

Ahora bien: nuestro examen de las evidencias es esencial en nuestro examen de lo que creemos en general. El respeto por las evidencias es esencial para el ejercicio del escepticismo: y sólo el escepticismo nos procura la libertad que la democracia necesita.

Hoy día no es posible renunciar a la tarea de crear personas libres, y defiendo que esta tarea nos obliga a trabajar duramente para erosionar los fundamentos de toda religión teísta y toda fórmula simbólica que fomente la idolatría. Ello es así porque la religión y la idolatría interfieren no pocas veces con el tratamiento de cuestiones básicas de Estado, entre las cuales se han de incluir las relaciones materiales entre las personas. Es una realidad que los creyentes en dioses que son figuras de madera están más dispuestos a la superstición y a la idolatría que aquellos que sospechan de estas prácticas. Pero quienes creen en dioses están también, obviamente, más inclinados a creer en causas sobrenaturales que quienes no creen. No nos debe extrañar ver luego a éstos rezando a la Virgen del Rocío para salir de la crisis; o asumir, aunque sea tácitamente, que la crisis fue un fenómeno meteorológico, fruto de misteriosos y difusos agentes, a los cuales no cabe reclamar responsabilidades.

La realidad es que la tolerancia con las religiones teístas es un peligro para el Estado y, aquí, cuando digo «peligro para el Estado», significo un peligro para la vida buena que las personas quieren vivir en ese Estado. Otra cosa muy distinta sería que fuéramos capaces de concebir una religión atea, materialista y filosófica: brindo por la llegada de este día luminoso. Pero, ¿cómo se puede pretender, sin caer en contradicción, que debemos conciliar la democracia con 1) la necesidad de competir globalmente en ciencia y tecnología y 2) la tolerancia absoluta con las religiones?

Debido a (1), nos encontramos inmersos en un sistema de producción que constituye un gradiente de refuerzo en las estructuras de poder tecnocráticas.

Por (2), nos imponemos un límite a la aspiración de volcar el conocimiento científico y técnico a la mejor toma de decisiones posible.

No podemos, pues, al mismo tiempo, elevar el sentido común y producir las condiciones de una democracia real e informada, sin renunciar a (1) o a (2).

De ahí que sea preciso crear programas de Estado para desacreditar, cuando no desincentivar explícitamente, toda idolatría, toda religión teísta, y toda tendencia a la fragmentación de la sociedad en grupos esotéricos de conocimiento-poder.

Acerca de Jose Carlos Cañizares

Jose Carlos Cañizares es filósofo e ingeniero de telecomunicaciones. Interesado en trazar caminos entre ambas disciplinas, hace un año concibió este blog como parte de un proyecto a largo plazo en el que desea organizar un análisis exhaustivo, interdisciplinar y lo más objetivo posible sobre la ciencia y la tecnología -más allá de lo estudiado en las escuelas y academias técnicas tradicionales. Este enfoque viene a caer dentro de lo que en Estados Unidos se denomina STS (Science, Technology & Society), un área de estudios reglada, relativamente moderna y de prestigio creciente. Con esa idea como trasfondo, viene investigando de forma independiente (también puede decirse: en la sombra) y ahora se decide a publicar los primeros resultados de esta investigación. Espera atraer a otros colegas investigadores en la materia y generar estudios de interés para universidades y para la sociedad en general. En última instancia, su trabajo en SeC y en Ecologías Tecnhohumanas debería también servir como portfolio a considerar para futuras solicitudes de ingreso en programas de STS (sean de postgrado o máster) en universidades internacionales. Pero sobre todo, espera seguir trabajando con mucha ilusión y aumentar y mejorar su producción gracias al esfuerzo diario. Además, Jose Carlos escribe ensayos, aforismos y poemas para la revista de vanguardia http://www.homovelamine.com/
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