Este artículo es una respuesta a un artículo del filósofo Rodrigo Amírola González titulado “Elogio de la disputa a campo abierto”. El artículo puede leerse aquí.
Amírola es integrante del equipo Claro Que Podemos (CQP) que ha presentado propuestas tanto organizativa como política y ética para la constitución de Podemos como partido político. Si bien coincido en varios de sus análisis (por ejemplo, la reflexión sobre la representación me parece interesante y base de un debate necesario), hay varios aspectos que considero pertinente comentar, colaborando así en esa “disputa a campo abierto” de la que habla el compañero Amírola. Y lo haré sistemáticamente, citando partes del texto y comentándolas a continuación.
El texto dice: «Un ejemplo puede ayudar a aclarar el asunto. Respecto a la cuestión del liderazgo e hipotéticamente, si un equipo entiende que es necesaria una única figura para cumplir esa función, y, por el contrario, otro apuesta por un órgano colegiado de siete miembros, parece complicado llegar a un consenso, por ejemplo, en tres. No hay un término medio entre ambas posiciones porque ambos modelos responden a lógicas diferentes que se verían desnaturalizadas por completo si se vieran forzadas a confluir. Dado que esta decisión configura el carácter de la organización en su conjunto recoge un principio irrenunciable con el que no se puede negociar, ni llegar a acuerdos de familias. Otro tanto pasaría con ciertas estrategias políticas para el próximo ciclo político-electoral. Llegar a pactos para satisfacernos a nosotros mismos como parte podría suponer perder de vista que nuestro objetivo y nuestra deuda es para con toda la sociedad.»
Parece un análisis interesado para tratar de justificar que la promotora no se haya planteado, ni de lejos, dialogar con visos de acordar cosas. Porque:
1) Sí habría una solución de consenso: un portavoz general y dos portavoces adjuntos, con jerarquización competencial.
2) Precisamente este aspecto, de habernos sentado a dialogar, habría sido fácilmente cedido. Llegar a un acuerdo general no significa que en cada punto se llegue necesariamente a un acuerdo de consenso. Está también el «aquí te cedo y aquí te tomo».
Y es que se hubiera podido llegar a acuerdos intermedios también en la composición de los órganos, para que el control no fuera tan férreo por parte del secretario general sin llegar tampoco a la pluralidad que propone Sumando Podemos. Pero en esta cuestión, obviamente, es donde están las lineas completamente rojas de CQP.
El texto dice: «Desde mi perspectiva, el antagonismo es compatible y casi diría que necesario en relación al método de Podemos. Además no tiene por qué negar la pluralidad ni tampoco basarse necesariamente en la construcción de un enemigo interno.»
Aquí la promotora y Pablo Iglesias deberían hacer un serio ejercicio de autocrítica, y rectificar. La tensión generada no era necesaria, aunque parece que ellos han considerado que sí lo era como medio de asegurarse la victoria. Estas tensiones se han generado mediante:
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amenaza de retirada del líder carismático
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confrontación abierta con las caras visibles del proyecto opositor
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negativa rotunda a dialogar
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difusión de mentiras acerca de la propuesta opositora distorsionándola sin rigor
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apelación a la figura del enemigo interno
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cambios de última hora en el sistema de votación completamente ilegítimos por parte de un equipo técnico que, no lo olvidemos, estuvo apadrinado por Pablo Iglesias mediante lista cerrada en la correspondiente elección convocada a tal efecto antes del verano.
Espero que a partir del día después, con los resultados ya públicos, haya mucho amor desde todos y para todos sin importar el resultado. Y si la promotora no da muestra ejemplar de esto cabrá entenderlo como un error más en la linea de los errores ya cometidos.
El texto dice: «…se nos presenta esta alternativa: o bien aceptar el consenso y la unidad a toda costa, teniendo incluso la tentación de construir verdaderos proyectos Frankenstein que incluyen elementos difícilmente conciliables pero que son obligados a aparecer de forma armónica por una voluntad violentamente bienintencionada, o bien aceptar la existencia de diferentes proyectos éticos, políticos u organizativos que presentan elementos incompatibles y sobre los cuales la gente, por tanto, debe decidir.»
Resulta simpáticamente obvio que Amirola es del equipo CQP. Es comprobable que SP y CQP están bastante homologados en todos los aspectos (a nivel orgánico, territorial y de mecanismos de democracia directa). Las diferencias son sin duda importantes a nivel de diseño final, pero en absoluto puede considerarse ninguna de ellas como un conglomerado inconexo de elementos. El espectacular trabajo de acuerdo masivo que logró SP pasó por un intenso trabajo de armonización y coherentización interna. Hay aquí, por tanto, un claro intento de descalificar un texto mediante una falsa analogía implícita con su proceso de planteamiento y elaboración que no se sostiene frente a un análisis atento. Si hay alguna discordancia interna, no será nunca mayor de las que son apreciables en el propio texto de CQP: nunca comprometen la cohesión global ni el sentido general de la estructura planteada.
El texto dice: «La voluntad popular requería de otra serie de mecanismos para poder expresarse: las primarias abiertas y ciudadanas, la fiscalización transparente de las cuentas, la figura del revocatorio para limitar el poder del representante, la limitación de mandatos y de salarios de los representantes.
Este método de vocación radicalmente democratizadora, que tiene como esencia la participación de la gente común, es incompatible con las consignas y apelaciones bienintencionadas a la unidad, al consenso, etc. En cierto sentido, tales voces chocan con el método de Podemos que siempre aceptó el momento de la decisión de la gente común, esa gente que no tiene por qué participar activamente a través de Internet, ni acudir necesariamente a Vistalegre en plena Asamblea Ciudadana, ni tampoco desconfiar absolutamente de la noción de representación para formar parte de Podemos.»
Varias cosas que comentar sobre esto:
1) Es muy curioso que se hable de «vocación radicalmente democratizadora» cuando, precisamente, se está intentando justificar el control vertical en la estructura desde arriba por parte del Secretario General en aras de la eficacia. Este criterio justificaría los tintes poco democráticos de CQP respecto a SP. Sin embargo, se usa por otro lado, discursivamente, la noción de «democracia radical». Será que suena bonito decirlo, simplemente. Lo cierto es que es discordante esgrimir principios de democracia radical al tiempo que se defiende una estructura verticalizada en aras de la eficacia.
2) Aquí se demuestra por qué los mecanismos de democracia directa planteados por CQP tienen mucho riesgo de convertirse en un mero gesto cosmético (tanto el revocatorio como la convocatoria de consultas vinculantes desde las bases).
3) Por otro lado, es muy curioso que Amírola critique la noción de consenso en estos términos: «Este método de vocación radicalmente democratizadora, que tiene como esencia la participación de la gente común, es incompatible con las consignas y apelaciones bienintencionadas a la unidad, al consenso, etc». Y es muy curioso porque en los principios éticos de CQP, que él presumiblemente asume como integrante de CQP, se dice expresamente que:
«Como persona integrante de PODEMOS me comprometo a:
VI. Debatir con honestidad todas las opiniones y respetar a todas las personas con independencia de cuáles sean sus pareceres, fomentando el diálogo y la búsqueda de consenso».
La contradicción es flagrante. Dicho sea de paso, cabría aclarar que el proceso de confluencia que abocó al documento SP no excluyó muchas, muchísimas, votaciones en sucesión con mucha deliberación incluída, con mucho debate. El consenso es una forma, aquí, de designar el gran acuerdo alcanzado entre más de 30 equipos donde todos renunciaron en parte a sus pretensiones originales en una propuesta que todos podían aceptar. El logro es tan monumental que debería haber recibido, cuanto menos, algún tipo de reconocimiento por parte de todos los compañeros de Podemos, dado que es una muestra sublime de compromiso, compañerismo, de «diálogo y búsqueda de consenso».
4) Amirola, que es filósofo, sabe perfectamente lo que es la falacia del hombre de paja, y la comete a la perfección cuando atribuye indirectamente a las supuestas «tales voces» que supuestamente apelan «a la unidad y al consenso» (tal como la propuesta ética que suscribe el propio Amírola) el supuesto error de despreciar a quienes no pueden asistir presencialmente a las asambleas o el supuesto error de despreciar a quien, directamente, no se involucra porque se siente representado. A lo segundo, el parecido con la apelación a la «mayoría silenciosa» que voceros del PP acostumbran a esgrimir es preocupante, sin que con ello pretendamos sugerir nada escandaloso pero sí invitar a la reflexión siguiente: que haya un amplio sector no involucrado no justifica desprecio hacia «la unidad y el consenso» de los que sí lo están. A lo primero (si es que Amírola ha apuntado implícitamente ahí, cosa que no queda del todo clara), esto se ha estado repitiendo como un mantra, pero lo bien cierto es que la propuesta de SP NO es asambleísta ni tiene sistema de delegación ni sostiene otra cosa que el principio “una persona, un voto” para tomar las decisiones a nivel territorial-electoral (municipal, insular, autonómico y estatal) mediante medios telemáticos, tal como lo hace también CQP. Pero la mentira es un arma poderosa, todos lo sabemos bien. No debería ese ser el material con que «disputar a campo abierto», compañero Amírola. Y algunos, como Monedero, lo han hecho, tal como se puede ver analizado aquí.
Como ya hemos mantenido en otras ocasiones, CQP y SP están bastante homologadas en su diseño general. Para analizar sus principales diferencias, se puede leer este breve artículo.