Varias ciudades importantes han caído. Barcelona, Madrid, Valencia, Zaragoza, Cádiz, Santiago de Compostela, y otras tantas que me dejo. En todas ellas deben levantarse las alfombras, deben reincorporarse todos los funcionarios que fueron despedidos por la anterior administración por incómodos y deben ponerlos en puestos de responsabilidad. Destapar casos de corrupción debe pasar de ser algo castigado a ser algo premiado. Es hora de recuperar los honores que tan bien sirvieron a la sociedad democrática ateniense para potenciar el virtuosismo. Pero lo que es fundamental es que pueden y deben iniciarse innovaciones de profundización democrática. ¡Que empiece la competición por ver cual de las cinco se vuelve más democrática!
Y hay muchos motivos para que así suceda:
- Toca pasar de las palabras a los hechos. No te puedes pasar toda la legislatura diciendo que democracia no es votar cada 4 años y, a continuación apalancarte en las instituciones. Eso sería un craso error y no deberían caer en él.
- No hace falta hacer grandes revoluciones democráticas para mejorar lo existente. Es tan bajo y tan escaso el nivel de participación en nuestra sociedad que va a ser muy fácil hacerlo mejor. ¡Es sencillo!
- Los efectos serán rápidamente visibles. La participación ciudadana tiene la virtud de poner en valor el debate político, promueve la discusión racional y argumentada y es difícilmente contestable por la casta e incluso por otras opciones que se las dan de nuevas como Ciudadanos pero que solo proponen renovaciones en el plano representativo. ¿Quien puede oponerse a que la gente decida sin quedar mal? Para un ejemplo Catalunya.
- Porque necesitaremos legitimar nuestros pasos y la casta está ya moviendo su artillería para bombardear día sí día también a los nuevos gobiernos de unidad popular. Es pues importante que se implique a la gente en el proceso. Se puede argumentar contra un gobierno pero ¿quien puede argumentar contra la decisión de todo un pueblo?
- Pero aún hay más y es que una vez conquistado el plano participativo, una vez hecha nuestra el ágora pública, una vez convertidos los ciudadanos en sujetos políticos, una vez liberado el poder constituyente este tiende a perseverar. Es un genio encerrado en una botella. Una vez empiece a haber referéndums, una vez empiece a haber grupos de deliberación en funcionamiento, iniciativas populares, debates políticos de calado en televisión, una vez haya comisiones formadas por ciudadanos, una vez se articulen todos esos canales y muchos más, a ver quien es el majo que quita todo eso. Hay que conquistar el espacio político no solo para la gente sino que debe hacerse que sea conquistado por la misma gente porque esa es la mejor garantía de que los errores sean rápidamente corregidos y de que los aciertos perduren en el tiempo. Sin miedo. Y digo sin miedo porque cuando se habla de referéndums y de decisión ciudadana en seguida surgen miedos que no esconden sino inseguridad. Como el de que la gente votara en contra del matrimonio homosexual en la ultracatólica Irlanda y sin embargo lo aprobaron. ¿De qué tenemos miedo? Supongo que de que es un proceso que no tiene vuelta atrás. De que la democracia no tiene límites, porque nadie la puede controlar, porque es poderosa y tumultuosa. Ni el más influyente de los hombres podría evitar ser desterrado de la polis si el demos así lo considerara oportuno. Pero ahí subyace precisamente su fuerza. Si queremos escapar del control de los omnipotentes poderes fácticos necesitamos un cañón más grande. Y no hay arma más poderosa que liberar de sus cadenas al poder constituyente con todas sus consecuencias. No hay problema social que la democracia total no pueda abordar, no hay caso de corrupción que desde la radicalidad democrática no se pueda atajar.
- Por último el más importante y es que nos encontramos salvando las distancias como en el 1931. Han caído importantes capitales, el régimen se halla deslegitimado, la constitución agotada. Es este un punto crucial en el que el país puede venirse abajo y caer en décadas de ignorancia, apatía y sumisión o puede levantarse y venirse arriba. Y para entrar en un círculo virtuoso necesitamos desarrollar algo nuevo que sea ejemplo mundial y orgullo para todos. Que sea enseñado a todos los niños, que sea formada una nueva generación de ciudadanos implicados y corresponsables con la cosa pública. España se encuentra ahora mismo en una intersección de posibilidades, se ha desarrollado un caldo de cultivo prolífico que desde el 15M ha generado el mejor vivero de ideas democráticas nunca visto al mismo tiempo que las tensiones sociales y territoriales se agudizan. Es una situación sin solución aparente. Y sin embargo hay una salida razonable.
Estamos en la era de Internet y eso le da a este acto de fe que propongo una dimensión aún más genial y aterradora según desde el lado del que se mire. Y es que ahora las revoluciones se propagan a la velocidad de la luz. Así, una vez ciudades de las dimensiones de Madrid o Barcelona empezasen a caer en manos del populacho, del poder de la multitud, nada impediría que todo un país de las dimensiones de España lo hiciese a continuación, una vez superados los problemas de escala ya nada impediría que otros países vecinos le siguieran y que luego la Unión Europea en pleno terminase por usar el modelo político Suizo como manera de integrar sus naciones (cantones), ya por entonces democráticas, en un nuevo orden político. Sabemos que hasta el último minuto seguirán diciendo que es imposible, que no seremos capaces, que será un desgobierno, que decidir es cosa de expertos, invocarán el caos, incluso en nuestras propias filas quienes estén ya en posiciones de poder dirán que cuidado, que ellos sí saben mejor que nadie por dónde guiar nuestros pasos.
No. Liberando el poder constituyente no solo actuamos localmente. Liberamos una idea de un poder tal que podría impactar en el mundo con un alcance aún desconocido. No se si por ello soltarán alguna suerte de Cien mil hijos de San Luís contra nosotros con la sola intención de restaurar el Antiguo Régimen. Lo que sí se es que lo hagan o no el genio ya habrá salido de la botella.
Por todo ello proclamo que LIBEREMOS EL PODER CONSTITUYENTE.
Veremos si sucede así. Yo no lo veo, la verdad, pero bueno, ¡ójala me equivoque!
Por mi parte haré todo lo que esté en mi mano para que esta posibilidad se haga realidad.
Me sumo.