La «guillotina democrática» para una «estratificación del poder»

Empecemos por la definición de «revocatorio» o «cargo derogable»:

«La revocatoria del mandato -también llamado Referéndum revocatorio o Recall election– es un procedimiento de participación civil y político por el cual el cuerpo electoral, como titular de la Soberanía popular y a través del sufragio, puede remover a un funcionario electo antes de expirar el período para el cual fue seleccionado.»1

Siempre me gustó referirme al revocatorio (o «cargo derogable») como la «guillotina democrática»: la guillotina se usó para romper con el régimen absolutista; la guillotina nace en la revolución, es síntoma de una reacción con pretensión liberadora. Dicho de otro modo, y en síntesis: si no hay un déficit democrático, la guillotina no tiene sentido.

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El revocatorio no es algo absolutamente necesario. Su necesidad es proporcional al déficit democrático del sistema y, por lo tanto, su relevancia democrática no es intrínseca. Su relevancia dependerá de cuán directa, y buena, sea la democracia.

En Suiza no hay revocatorios, y sin embargo son quizá la mejor democracia del mundo (a nivel formal cuanto menos). Eso es así porque los suizos disponen de mecanismos de democracia directa muy efectivos (iniciativas legislativas y constitucionales, capacidad de abrogar, proponer y aprobar leyes de forma vinculante por encima del parlamento) que permiten una auténtica y continua liberación del poder constituyente (poder constituyente entendido aquí también como «voluntad popular»).

Además, esto implica otra forma de entender la clásica separación de poderes del Estado. Si los poderes del Estado están separados pero no están subyugados al pueblo no tienen por qué servir de mucho (en términos de democraticidad). Por contra, si el poder estatal está subyugado al pueblo mediante mecanismos de democracia directa, deja de ser tan relevante si los poderes del estado están pulcramente separados o no. De hecho, en el caso de Suiza, la separación ejecutivo-legislativo no es modélica y, sin embargo, se muestra perfectamente funcional dentro del sistema político suizo. Por ello me gusta hablar de «estratificación del poder» más que de separación de poderes. Me resulta más importante la noción de «estratificar el poder» que el de separarlo. Si te limitas a «separarlo» quizá se te ha escapado ya (subrepticiamente o no) el implícito de que aquello que «separas» ha quedado «por encima» de la ciudadanía, lo cual es incongruente desde la perspectiva democrática. Si estratificas bien el poder estatal y pones arriba lo que hay que poner, es decir, subyugando el poder estatal al poder constituyente/voluntad popular, entonces la separación de poderes, sin dejar de ser importante, pierde mucha de su relevancia.

Y es que en un sistema democrático como el suizo, los potentes mecanismos de democracia directa ya se encargan de marcar claros límites a los poderes del Estado de modo tal que el «guillotinazo» del revocatorio no resulta necesario precisamente porque no hay un déficit democrático lo suficientemente importante como para que este recurso tenga razón de ser. La acción del representante queda muy controlada y su margen de acción muy acotado en estas condiciones, muy lejos de la impunidad de que goza en un sistema representativo-oligárquico como el español.

En cualquier caso, mi pasión por la «guillotina democrática» tiene más que ver con el hecho de que entiendo, tal como he aprendido de grandes constitucionalistas, que el poder constituyente se define, en su poder real, más por su poder destituyente que por su capacidad constituyente. Sin dejar de ser el aspecto constituyente lo más importante, esta capacidad no sirve de nada si no es sobre la posesión de un efectivo poder destituyente que confiere al poder constituyente la posibilidad de realizar fácticamente el potencial que los principios y valores democráticos teóricamente le otorgan. Me gusta la noción de «guillotina democrática», más allá de su efectiva necesidad o no dentro de un determinado sistema político con pretensión de democraticidad, porque pone de relieve lo esencial en una democracia: el hecho de que el poder político debe residir siempre en manos del pueblo/multitud/ciudadanía. Cuando este principio fundamental de la democracia se naturaliza, como en Suiza, deja entonces de ser prevalente un recurso como el cargo derogable y puede incluso ser olvidado (hay legislación cantonal en Suiza que todavía recoge el espíritu revocatorio, aunque parece estar en completo desuso).

Sin embargo, la utilidad de la «guillotina democrática» como revulsivo democrático-revolucionario es innegable, sobre todo cuando hablamos de «revolución democrática» en un país con tan enormes déficits democráticos como España. La toma de conciencia del potencial real del poder constituyente pasa por asumir su poder destituyente y este proceso debería abocar, en última instancia, a la sistematización de ese poder mediante diseños institucionales con poderosos mecanismos de democracia directa de forma similar (no necesariamente idéntica) al caso suizo, el cual se define, básicamente, por tener el poder estatal sometido al poder popular mediante mecanismos potentes de democracia directa.

1 http://es.wikipedia.org/wiki/Revocatoria_del_mandato. La Wikipedia, muchas veces poco fiable, cumple aquí bien con el cometido que se le supone.

 

Acerca de Salva Mestre

Licenciado en Filosofía
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2 respuestas a La «guillotina democrática» para una «estratificación del poder»

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