Es de sobras conocido el problema que supone para los partidos investir a un gobierno cuando el ganador de las elecciones ha quedado en minoría. El origen del problema está en la confusión entre ejecutivo y legislativo. Todos los partidos hacen un cálculo de coste/beneficio electoral conscientes de que aquel que sea presidente puede que se vea beneficiado para las próximas elecciones debido a que el encarnará los éxitos y fracasos del nuevo gobierno. Y da igual que el segundo partido en el gobierno sea el artífice de muchas de las medidas más electoralistas. Es muy fácil que el presidente, logrando una mayor exposición pública, sea capaz de encarnar lo bueno y cargar las culpas de lo malo sobre sus socios de gobierno. Transmitiendo la falsa idea de que si tuviese las manos menos atadas podría gobernar mejor.
La hora de los pactos llega y asistimos a penosos ejercicios de regateo y negociación mostrándonos lo peor de la política. La pelea de gallos. Los medios hacen además poca o nula didáctica sobre cómo funciona un sistema parlamentario representativo sumándose a la calculada confusión. El cáncer de los liderazgos personales hace que los partidos encarnen todas sus virtudes en torno a una sola persona, el cabeza de lista. Esto es debido a que muchas veces el tirón electoral viene dado más por el candidato, con quien se empatiza más, que por las siglas del partido. Con ello, indirectamente se transmite la idea de que se está votando a una persona cuando en realidad se vota a un paquete ideológico para que sea defendido por un grupo de personas, los miembros de la lista electoral.
Observamos que el grueso de los problemas sucede en la investidura del presidente. Y cuando la aritmética parlamentaria hace que se necesiten tres o más socios para que ello ocurra y estos encima están bastante igualados en votos el drama está servido porque a nadie le parece justo el trato y es normal. El más votado dice que debe serlo él por ser el más votado, pero los otros pueden juntar entre los dos más votos por lo que también pueden reclamar, en justicia, que ellos también deben tener la misma visibilidad que el presidente. Estos pactos siempre terminan por ser un juego de equilibrios en el que se dan vicepresidencias con amplios poderes tratando de reflejar la realidad de que el gobierno es a múltiples bandas y tratando de evitar que el Presidente de uno de los tres partidos se atribuya todos los méritos (los suyos y los ajenos) ni que tenga más poder que los demás.
- La solución mayoritaria: Frecuentemente se dice que los gobiernos en minoría son más inestables, menos gobernables por lo que la solución que se nos suele presentar es la de facilitar las mayorías absolutas. Sin embargo las mayorías absolutas favorecen las tiranías, la corrupción y los gobiernos despóticos. Este modelo tiene una consecuencia clara en los sistemas de gobierno representativo y es que suele someter el legislativo (encarnado en el Parlamento) al ejecutivo (encarnada en el gobierno). No hace falta que digamos porque esta es la solución preferida por la oligarquía. La solución mayoritaria se suele presentar en dos variantes. Prima al más votado o sistemas a doble vuelta. Ambas soluciones son malas siendo la primera la peor de todas. El problema es que dichas soluciones rompen con la igualdad y la libertad de voto al potenciar el voto útil y el voto perdido por lo que no pueden considerarse soluciones realmente democráticas. Un sistema así nos encadenaría, como ya ocurre en países como el Reino Unido, Francia o EEUU, a sufrir a perpetuidad los defectos bien documentados de las mayorías absolutas. Hay que decir que ya el sistema Español contiene distorsiones diseñadas para facilitar la obtención de mayorías absolutas pero son más sutiles, no tan descarados y, por tanto, menos efectivos. En ese sentido, el nuestro, es un sistema que tiene bastante margen de mejora sí, pero también mucho margen para empeorar, así que mucho cuidado con las soluciones aparentemente lógicas que nos sirven en bandeja los medios de masas. Y es que bajo muchas aparentes reformas se esconde un último intento de blindar el sistema anticipándose a posibles reformas auténticamente democratizantes.
- Dos elecciones para dos poderes: La segunda opción es elegir al presidente del ejecutivo directamente. La idea es votar por una parte al partido y por la otra al presidente. La elección al legislativo se realizaría como viene siendo habitual, mediante un sistema proporcional por listas mientras que la elección al jefe del ejecutivo se realizaría mediante un sistema preferencial de doble vuelta automática por voto transferible. De esta manera tras las elecciones no solo se sabría la proporción de escaños de cada partido sino también quien presidiría la comunidad. Debido a que el sistema es preferencial por voto transferible es muy posible que en muchas ocasiones el presidente no fuera el más votado en primera opción, algo lógico porque estos sistemas tienden a premiar a los candidatos que generan más amplio consenso o menor rechazo entre los votantes. Aunque es una solución evidentemente más democrática que la solución mayoritaria sigue sin parecerme óptima porque se sigue dependiendo de tener un presidente, es decir una figura por encima del resto. Algo que debería ser rechazado desde el democratismo siempre que pudiésemos optar por soluciones más igualitarias. Y las hay.
- La solución colegiada: En esta solución el cargo de presidente es puramente protocolario sin apenas poder adicional y es rotativo por períodos breves de un solo año. Esta solución sigue, por tanto, el principio primus inter pares (primero entre iguales). El principal referente actual de esta solución es Suiza que aunque es más conocida por sus mecanismos de democracia directa también posee un sistema ejecutivo mucho menos conocido y que merece la pena comentar. La primera diferencia es que el parlamento no nombra a un presidente sino a un consejo de ministros. En este sentido los ministros son nombrados a propuesta de los diferentes partidos por el parlamento y no a propuesta del Presidente investido. Suiza aquí hace uso de la conocida como fórmula mágica en la que sus siete ministros son nombrados en proporción a la relación de fuerza de los distintos partidos. Es decir que todos los principales partidos tienen algún ministro independientemente de que luego se ejecuten las políticas de su partido o no. Se intenta conseguir, por tanto, una ejecutiva principalmente enfocada a la gestión consensual. Se garantiza, además, que el ejecutivo queda principalmente sometido al legislativo, justo lo contrario que en las soluciones más mayoritarias o presidenciales. Respecto al presidente éste rota y cambia cada año y se elige de entre los ministros usualmente siguiendo el criterio de antigüedad. De esta manera los suizos logran que en una misma legislatura haya cuatro presidentes lingüística, territorial e ideológicamente distintos. Hay que decir que un Presidente Suizo ante todo es un ministro al que se le suma una carga protocolaria por el breve periodo de un solo año. Su único poder adicional es el de poseer voto de calidad para deshacer empates, por lo demás toma las decisiones en conjunto con el resto de ministros, de igual a igual. Otro aspecto importante y diferencial con respecto a nuestros sistemas de gobierno es que el ejecutivo colegiado no puede disolver el parlamento, esto es adelantar las elecciones y, a su vez, el Parlamento tampoco puede destituir a los ministros. Quedan, ambos poderes, blindados el uno del otro para ampliar su independencia. Esta es, a mi juicio, la opción más avanzada y potente para terminar de una vez por todas con los problemas a la hora de formar gobiernos de coalición. Una ejecutiva colegiada siempre requiere pactos, en ella nadie está por encima de nadie y por último está más protegida frente a la corrupción ya que en ella hay representantes de casi todas las fuerzas políticas. Es, por tanto, más respetuosa con las minorías y fomenta un círculo virtuoso en el que las fricciones y la política pugilística tienen que dejarse de lado y los políticos se ven obligados a entenderse llegando a acuerdos y consenso según la fuerza relativa que les han dado sus votos. ¿Qué más se puede pedir?
Notas finales
La Antigua Atenas democrática también desarrolló con éxito mecanismos colegiados aún más extremos que los suizos con sus estrategos electos y su arconte rey rotativo y sorteado con frecuencia. Rendían cuentas todos ellos de forma permanente a la Asamblea (Ekklesia) y al Consejo de los 500 (Boulé) también sorteado.
Recientemente, en Vistalegre, la opción Sumando Podemos en la cual convergimos con nuestro borrador Profundización Democrática presentó un diseño de gobierno colegiado en el que no había un solo Secretario General.
Una idea que suele agitarse como solución a todos los males es la revocación pero esta no es la panacea pues es solo eficaz cuando la responsabilidad es individual pero de poco sirve cuando esta es colectiva. Y los problemas de corrupción sistémica que padecemos son de índole colectiva más que individual. Por otra parte, un sistema de revocación mal diseñado podría ser utilizado por las mayorías para expulsar a las minorías. Sería un resultado indeseado que los suizos arreglan fijando las proporciones de los ministros de cada grupo es decir que, si se va uno del partido democristiano debe ser substituido por otro ministro del mismo partido.
Para evitar la corrupción lo que hace falta es una mayor fiscalización que se produce gracias a la mayor independencia de poderes y a la menor concentración de poder. Todo ello se da más y mejor en los sistemas colegiados por lo que su implantación en nuestro país no podría sino redundar sino en una mayor democracia y en el fin de las fricciones que se producen en las negociaciones de investidura de los presidentes.
En Ourense, donde el PSOE y PP han fracasado estrepitosamente y una candidatura independiente, pero muy molesta, ha sido la auténtica ganadora DO: van a coaligarse de hecho, permitiendo que el PP en minoría, gobierne. Vergonzoso y peculiar.
Yo no voté a ninguno de los 3, pero es un hecho, que en Ourense no se quería ni al PP ni al PSOE.
Espero que en próximas elecciones, tengamos una buena candidatura de PODEMOS. Da asco lo que tenemos…
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